jueves, 3 de marzo de 2011

LOS PRINCIPIOS CENTRALES DEL PERONISMO

Aún cuando los principios fundantes y centrales del pensamiento peronista son las tres banderas (la construcción de una patria socialmente libre, económicamente justa y políticamente soberana), existen dos pilares centrales sobre los cuales se desarrollan el conjunto de los valores y principios peronistas. Estos son:

LA COMUNIDAD ORGANIZADA:
Es indudable que dentro del Justicialismo la expresión “Comunidad Organizada” es mencionada reiteradamente por dirigentes y cuadros del peronismo, aunque no siempre se entiende de la misma manera.
Perón expone su concepto de la Comunidad Organizada en su libro “Política y Estrategia” afirmando: “El imperativo de la comunidad organizada: Es por esto que las grandes alternativas que presenta la historia a nuestro país, terminan deduciéndose y no postulándose. Como deducción de la experiencia que viene de la historia, cada día se ahonda más el imperativo moderno de la Comunidad Organizada como punto de partida de toda idea de formación y consolidación de las nacionalidades”.
“El Justicialismo concibe al gobierno como el órgano de la concepción y planificación, y por eso es descentralizado; y al pueblo como el elemento de acción, y para ello debe también estar organizado. Vemos entonces como eso factores, gobierno, Estado y pueblo deben actuar armónicamente coordinados y equilibradamente compensados en la ejecución de la misión común. Para que ello ocurra, son necesarias una subordinación ajustada absoluta del Estado al Gobierno y una colaboración y cooperación inteligentes de las distintas fuerzas del pueblo con el gobierno y las instituciones estatales”.
Las “organizaciones libres del pueblo” tienen para el peronismo un papel y una responsabilidad sustancial en la comunidad organizada. La Iglesia, en su doctrina social, denomina a éstas las sociedades intermedias.
Para Perón, éstas - las organizaciones libres del pueblo - deben ser factores concurrentes en los aparatos del Estado, de modo tal que - preservando su autonomía - no sean absorbidas por el Estado (como ocurre con el fascismo), pero que tampoco sean instrumentadas en contra del Estado para la toma del poder (como ocurre con el pensamiento y la práctica marxista).
Continúa Perón manifestando: “Las instituciones estatales, orgánicamente dependientes del gobierno, están naturalmente tuteladas en su acción por el mismo. Las instituciones populares deben recibir idéntico trato, ya que son el pueblo mismo, no está en manos del gobierno organizarlas, porque esa organización, para que sea eficaz y constructiva, debe ser popularmente libre”.
Las sociedades intermedias u organizaciones libres del pueblo tienen una autonomía que impide que el Estado se entrometa en sus vida, porque “al sentido de la comunidad se llega desde abajo y no desde arriba” (Perón, La Comunidad Organizada).
“Esto significa que la Comunidad Organizada no debe ser un orden impuesto desde arriba, sino que es un orden impuesto por la base misma. Es así que estas organizaciones naturales de la comunidad surgen de abajo hacia arriba, de manera libre y su función es ser factores concurrentes en los aparatos del Estado”. (Alberto Buela, Aportes al Pensamiento Nacional)
“Lo interesante es que, dentro del proyecto de Comunidad Organizada, los diferentes organismos libres del pueblo se incluyen en la gestión política, sin que por ello sean empleados del gobierno de turno, sino que se insertan en los diferentes aparatos del Estado por su capacidad de sugerir, proponer, orientar e incluso presionar en el ámbito que es propio de su interés, para que las cosas se hagan lo mejor posible”. (Alberto Buela, ibídem)
“Entonces podemos decir que la idea de la Comunidad Organizada se apoya en los siguientes postulados:
1. El hombre es libre sólo en una comunidad libre.
2. Tiene incidencias reales en la vida de la sociedad, en la medida en que está organizado, tanto sea por solidaridad local como profesional ;y
3. Puede acceder a una vida próspera y feliz en tanto que logra establecer una Justicia Social distributiva, a partes proporcionales para los miembros de la comunidad.
De este modo los ideales de libertad, justicia y solidaridad son los postulados y las condiciones necesarias para llevar a cabo la idea de Comunidad organizada” (Alberto Buela, ibídem).
Por último Perón dice: “Nuestra comunidad, a la que debemos aspirar, es aquella donde la libertad y la responsabilidad son causa y efecto de que exista una alegría de ser, fundada en la persuasión de la dignidad propia. Una Comunidad donde el individuo tenga realmente algo que ofrecer al bien general, algo que integrar y no sólo su presencia muda y temerosa” (La Comunidad Organizada, Capítulo 21, parágrafo 12).

LA POLITICA COMO INSTRUMENTO SUSTANTIVO DE LA CONSTRUCCION SOCIAL:

“La política es lo más complejo y lo más precioso que existe: La vida, el destino, la libertad de los individuos, las colectividades, y de ahora en adelante de la humanidad. Y sin embargo es en la política donde reinan las ideas más simplistas, las menos fundadas,......La política requiere vitalmente un pensamiento que pueda alzarse al nivel de complejidad del problema político en sí mismo y pueda responder a la voluntad de vivir de especie humana” (Edgar Morin)
Para nosotros, la política es a la construcción social lo que la filosofía es al conjunto de las ciencias.
Etimológicamente hablando, es de la misma familia que la palabra griega polis, “Ciudad Estado”, de donde derivan: Politeia, “Estado”, “constitución”, “régimen político”, “república”, politiká, “las cosas políticas o cívicas” y politiké “el arte de la política”.
Con la palabra política se puede estar haciendo mención a la filosofía política, y al arte o práctica de la política.
La filosofía política hace referencia a los principios rectores conforme a los cuales se ha de organizar la sociedad.
Por su parte, la ciencia política (denominada también politología o políticologia) tiene por objeto el estudio científico de los fenómenos relacionados con el fundamente, organización, ejercicio, objetivo y dinámica del poder en la sociedad; según otros, su finalidad es el estudio de todo lo referente al Estado.
Como arte, como técnica o praxis, por último, designa aquellas actividades humanas que se realizan con el fin de obtener o de ejercitar el poder dentro de las estructuras gubernamentales, lo que permite el mantenimiento, reforma o cambio radical de un determinado orden de convivencia. Dicho de otro modo, hace referencia tanto al ejercicio efectivo del poder estatal como a las actividades que se realizan para alcanzar, ejercitar y conservar ese poder.
“La política” (en femenino) hace alusión a una actividad humana, como hemos dicho, mientras que “lo político” (en neutro) es una elipsis referida a la cosa política, que tiene su correlato en expresiones como “lo económico”, “lo social”, ya que, como estas, designa una realidad interhumana, si bien su ámbito se reduce a todo aquello que se crea, mantiene o transforma por la actividad política.
Por extensión, aplicado el término a personas o conductas, política significa, también traza o arte para concluir un asunto empleando los medios necesarios para alcanzar un fin.
Se trata del procedimiento seguido en la administración de algunos asuntos, en las relaciones con los otros y en el gobierno de uno mismo; así se habla de “política energética”, “Política de ventas”, “política de compras”, etc. Otra acepción es el uso del término como sinónimo de habilidad, diplomacia y de astucia para manejar asuntos delicados.
Para el peronismo, la política es el espacio supremo de servicio al bien común, y por tanto un instrumento extraordinario de promoción humana y social.
La Política es, a la construcción social, lo que la filosofía al conjunto de las ciencias humanas.
Para nosotros, la Política el espacio superior de servicio al bien común, y por tanto el instrumento irremplazable para la vehiculización de los valores que componen la esencia del peronismo .Es por eso que podemos transformar la realidad y no solo criticarla.
Efectivamente no somos iguales a otros pensamientos, porque tenemos propuestas que arrancan desde nuestra identidad nacional, y no de las versiones modernistas (cuya propuesta es copiar para “igualarnos a la nueva ciudadanía mundial”) .Por esta razón es que podemos entender lo que pasa en el mundo y lo que significan y representan las nuevas exigencias y tendencias, pero no diluirnos en ellas.
En política, el que no tiene identidad no sabe hacia donde va. Y el que no sabe adonde va, termina en cualquier parte.
Las raíces profundas de la identidad peronista parten de sus principios y valores; y se transforma en Doctrina en la medida en que haya reflexión social y unidad de concepción en los temas centrales, particularmente en lo referido a los principios y valores.
Sin unidad de concepción no puede existir el basamento político-estratégico fundamental para operar sobre la realidad. Y el análisis y la recapacitación permanentes son los componentes sustantivos para la actualización doctrinaria. Sin ella, toda acción política se transforma en ocurrencia individual, oportunismo coyuntural o mesianismo irresponsable.
La política es el instrumento más noble que tenemos para transformar la realidad. Pero sin doctrina -producto de la reflexión social en torno a los principios y valores que suponemos comunes- no se puede hablar unidad de concepción. Por lo tanto no puede haber una estrategia común. En estas condiciones la política puede transformarse en el espacio más tórrido de la corrupción y del uso indiscriminado de medios secundarios que se convierten en fines. Es así como se degrada la esencia de lo trascendente y se reemplaza por lo meramente contingente, violentando su naturaleza y transformándola en una despreciable mezcla de videopolítica, intereses corporativos y hasta de códigos mafiosos.
El peronismo tiene todo lo que hay que tener para revertir esta tendencia. De cada uno de nosotros depende el resultado. El compromiso es de todos, la responsabilidad de cada uno.

LOS VALORES ESENCIALES DE LA DOCTRINA JUSTICIALISTA

LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA
EL VALOR DEL TRABAJO
LA SOLIDARIDAD
LA JUSTICIA SOCIAL
LA LIBERTAD
EL BIEN COMÚN


La Dignidad de la Persona Humana:
Para el peronismo, que toma del pensamiento cristiano el concepto de la persona humana, todos los hombres y mujeres poseen una dignidad intrínseca fundada en el carácter de hijos de Dios. El criterio de inviolabilidad de la dignidad humana se diferencia sustancialmente del pensamiento liberal y del pensamiento marxista, y por esta razón el peronismo sostiene una clara concepción de este valor en la construcción social, en la cual el hombre es el centro y tanto el Estado como las diversas formas de organización social están obligados a respetarlo.
La Iglesia católica - en su magisterio - ha repetido incesantemente su visión y su criterio sobre la dignidad intrínseca de la persona humana. Es desde ahí que se tiene como valor sustantivo a la persona humana como categoría básica desde donde establecer los principios de reflexión, los criterios de juicio (tan ausentes en esta era postmoderna) sobre situaciones y estructuras así como orientaciones para la acción. La persona humana como sujeto activo y responsable de la vida social, constituye la fuente de otros valores que también forman parte del cuerpo de la doctrina social (el trabajo, la solidaridad y el bien común).
La Iglesia lo ha vuelto a firmar solemnemente en el último Concilio: “La persona humana es y debe ser el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones”.
“Pensamos en una nueva Argentina, profundamente cristiana y profundamente humanista”. (Juan Perón, diciembre de 1945).
“La observación del hombre tal cual es, en sus grandezas y en sus debilidades, en su excelsa dignidad y en sus limitaciones individuales exigen el auxilio de la sociedad para el cumplimiento de su misión, de su deber y de su destino” (Juan Perón, octubre 3 de 1952).
De esta concepción de la persona humana, se deriva naturalmente el Humanismo Peronista: “El Humanismo Peronista no es intelectual ; no está separado del pueblo, es práctico, concreto, surge sobre las bases de realizaciones de nuestro país ; éstas al crear un clima de consideración a la persona humana dan el espacio necesario para desarrollar una concepción orgánica de la ubicación del hombre en esta coyuntura histórica”....“Sobre la base de nuestro humanismo, la tarea de todos los que trabajan por el hombre, se sentirá alentada por la visión del mundo mejor que nosotros auspiciamos” (Juan Perón,5 de setiembre de 1952).
El humanismo peronista está aferrado a la realidad concreta de nuestro tiempo, caracterizado por luces y sombras, por la negación cotidiana de la dignidad humana en una sociedad que va erosionando sus valores y por la vigencia del pensamiento justicialista que proclama una visión integral del hombre que lo abarca en plenitud en su condición calidad de ser material y espiritual, individual y social.
Decía Perón en 1948 “El imperialismo ruso defiende al comunismo, vale decir, la explotación del hombre por el estado. El otro grupo defiende al capitalismo, valer decir la explotación del hombre por otro hombre. No creo que ninguno sea la solución para la humanidad, en consecuencia, ninguno de los sistemas puede subsistir en el porvenir. Es necesario ir a otro sistema, donde no exista la explotación del hombre, donde seamos todos colaboradores de una obra común para la felicidad común, vale decir, la doctrina esencialmente cristiana, sin la cual el mundo no encontró solución ni la encontrará tampoco en el futuro. No creo que para solucionar los problemas que tiene el mundo puedan aferrarse a soluciones que han fracasado en los hechos, porque el capitalismo ha fracasado y el comunismo también”.

El Valor del Trabajo:
"El trabajo dignifica". Este axioma del peronismo tiene su fundamento en la dignidad superior del trabajo humano, el que, en el pensamiento cristiano es la extensión de la obra de Dios en la tierra. “Queremos una sola raza de hombres, los que trabajan” dijo Perón en reiteradas ocasiones.
El trabajo humano no es un castigo divino, sino el modo más digno de vivir que tiene una persona y una comunidad. “Ganarás el pan con el sudor de tu frente” afirmaba San Pablo.
El trabajo es, a la vez, el único redistribuidor real y efectivo de las riquezas.
En estos momentos este valor adquiere una relevancia sustantiva, ya que como producto de los impresionantes cambios científico-tecnológicos, las nuevas dimensiones del trabajo se ven radicalmente afectadas en todos los órdenes. Hoy nadie puede afirmar responsablemente cual es el futuro del trabajo ni cual es el trabajo del futuro.
Las formas del trabajo también han cambiado profundamente en otras etapas de la historia (recordemos la revolución industrial).
Sin embargo, el trabajo humano mantiene su dignidad intrínseca y para quienes tenemos un pensamiento humanista y cristiano y un compromiso político, es una severa interpelación de que manera podemos generar empleos dignos para todos los argentinos.
El pensamiento “postmoderno” ha logrado permear muchas cosas en nuestra sociedad, y hoy es fácil escuchar que el que trabaja es un estúpido y el inteligente es el que especula.
La iglesia, en su magisterio manifiesta:
"Todo hombre tiene derecho al trabajo, a desarrollar sus propias cualidades y la propia personalidad en el ejercicio de la profesión y en actitud de responsabilidad, tiene el derecho a la libre iniciativa en el campo económico”
“Tales derechos implican condiciones de trabajo no lesivas de la salud física y de las buenas costumbres y que no obstaculicen el desarrollo integral de los jóvenes. Por lo que toca a las mujeres, el derecho al trabajo exige condiciones conciliables con las exigencias y sus deberes de esposa y madre. A todos les debe ser reconocido el derecho a un reposo conveniente y a la debida recreación”
La Iglesia y los derechos del Hombre.
Para la iglesia el, eje clave de la cuestión social es la concepción del trabajo, ligada directamente a la función de la propiedad, el destino universal de los bienes y los derechos de los hombres de trabajo. Si la economía, la técnica y todas las disciplinas no se inspiran en esta categoría, “son nocivas y van contra el hombre” (Homilía de Juan Pablo II en Nowa Huta, Polonia, 9 de junio de 1979).
El trabajo no es sólo una necesidad económica, sino fundamentalmente moral y por ello “el salario se convierte en la medida concreta de la justicia de todo el sistema de todo el sistema socioeconómico y de su justo funcionamiento” (Juan Pablo II, misa para los trabajadores en Trujillo, Perú, 4 de febrero de 1985).
"No puede ser el hombre para el sistema, sino el sistema para el hombre”. (Juan Pablo II, 8 de noviembre de 1978). “El fin de toda economía no es la ganancia sino la promoción de la persona" (Juan Pablo II, a la Unión Cristiana de Dirigentes de Empresa de Italia, 14 de julio de1985).
La dignidad del trabajo deviene y posee relación directa con la dignidad humana Es una categoría humanista. El trabajo es el modo de ayudar al prójimo, de construir la comunidad nacional y familiar y el ethos cultural de un pueblo.
“La comunidad argentina es esencialmente una comunidad de trabajadores, entendiéndose por tales todos aquellos que desempeñando una actividad lícita y útil laboran para la grandeza de la nación”. Perón (25.2.53)
“Cuando estructuramos el Justicialismo comenzamos por establecer que el orden de la organización del Justicialismo no se basaba en el capital, sino que se basaba en el trabajo, porque el trabajo es lo único digno que tienen hombres y mujeres. Es mediante ese trabajo que el Pueblo progresa y que la Nación se engrandece, y no mediante el egoísmo de atesorar bienes materiales. Es el renunciamiento a la vanidad y a las estupideces cotidianas lo que hace grande al hombre y se presenta a semejanza de los altos valores de la humanidad”. (Perón, ante delegados censistas en Santiago del estero, junio 19 de 1951).
El concepto peronista de la dignificación del trabajo no solo abarca el mejoramiento de las condiciones en que el mismo se debe desarrollar (salario digno, seguridad social, etc), sino también en la consideración social del trabajador. Es por ello que a Perón lo llamaban “el primer trabajador”.
En la Comunidad Peronista, el trabajo “es un derecho que crea la dignidad del hombre y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume” (Perón 10.4.48).
Sin embargo, el hecho social del trabajo tiene hoy otras características y otras dimensiones que en décadas pasadas. El trabajo hoy tiene dimensiones absolutamente distintas debido a la a una multiplicidad de factores y de procesos científico-tecnológicos, económico-financieros, políticos y ético-culturales que trascienden largamente nuestras fronteras y nos impactan con fuerza arrolladora. Existe por tanto, una tensión entre la tradición del trabajo y la tendencia a la globalización y la mundialización. Esta tensión entre tradición y modernización se nos presenta en un contexto muy diverso a las décadas anteriores.
La mundialización de la que hablamos es un fenómeno que trasciende largamente el espacio productivo, financiero y comercial y tiene sus impactos directos en el área política y cultural.
Las consideraciones y las acciones políticas que se asuman sin considerar el espacio internacional no son más decisivas ni relevantes y una gran proporción de la resolución de los problemas nacionales pasa por la manera en que el país se inserta en un mundo que presenta estos cambios complejos, rápidos, y muchas veces impredecibles.
Estamos asistiendo a una tendencia mundial en la que se produce crecimiento económico sin generación de empleo. Es un hecho tan inédito como universal. La tendencia mundial es al desempleo.
En estas circunstancias, el valor del trabajo se transforma en el instrumento más válido para medir el progreso social y el desarrollo humano.
Y es sobre la base del valor del trabajo podemos determinar que no se trata de una crisis del trabajo, sino de una crisis de esta modalidad del trabajo La centralidad del trabajo no esté cuestionada. El desafío que tenemos por delante es el de descubrir la posibilidad civilizatoria de recrear una nueva forma de trabajo, más personal, más creativa, más solidaria.
Si la tendencia es inevitable, y el valor del trabajo y su centralidad no están en cuestión, los dirigentes políticos tenemos la responsabilidad de asumir responsablemente la posibilidad de fomentar los vínculos comunes.


LA SOLIDARIDAD:
La solidaridad suele definirse como “un sentimiento y/o acción de ayuda mutua entre dos o más personas o grupos” o como “Cooperación, ayuda o auxilio, individual o colectivo, moral o material” (Léxico de política, Ezequiel Ander Egg).
El peronismo es una expresión concreta de la solidaridad humana y social. Una solidaridad entendida en el marco de los intereses nacionales, por lo que el bien común forma parte indisoluble del valor de la solidaridad, y la comunidad organizada es la ingeniería política concreta de la misma.
El Papa Juan Pablo II, “Solicitud do Rei Socialis” califica a la solidaridad como: “Una virtud humana y cristiana. Las exigencias éticas de la solidaridad requieren de todos los hombres, los grupos, las comunidades, las asociaciones y organizaciones, las naciones y los continentes participen en la gestión de todas las actividades de la vida económica, social, política y cultural, superando toda concepción puramente egoísta”.
La solidaridad, para el peronismo es un principio fundamental del hombre, es una virtud humana y cristiana, que se diferencia radicalmente del pensamiento liberal individualista.
Para el liberalismo, la solidaridad no tiene sentido el sentido que posee para nosotros porque: “El hombre en sociedad es totalmente individual, o sea que la sociedad es la suma de individualidades”. Von Hayek (Camino de servidumbre).

LA JUSTICIA SOCIAL:
Expresión que designa la aspiración a crear un régimen social de equidad y justicia para todos los ciudadanos, sin desigualdades, injusticias y privilegios.
También se utiliza para hacer referencia a un conjunto de propuestas de partidos políticos y movimientos sociales que tienen por objeto proveer de bienestar, seguridad y orden a todos los miembros de una sociedad, sobre la base de una igualdad de derechos y obligaciones.
En otras ocasiones, su uso es más restringido se refiere solamente a las disposiciones que tienen por objeto mejorar las condiciones del trabajador o reconocer sus reivindicaciones.
La Constitución Argentina de 1949 (Art. 37, núm.6) explicitó el contenido mínimo concreto de una política de Justicia Social: posibilidades de disponer de vivienda, indumentaria y alimentación adecuadas; de satisfacer sin angustias las necesidades de cada persona y de su familia, de forma que le permita trabajar con satisfacciones, descansar libre de preocupaciones y gozar mesuradamente de expansiones espirituales y materiales. La Justicia Social responde a la necesidad social de elevar el nivel de vida y de trabajo con los recursos directos e indirectos que permite el desarrollo económico.

LA LIBERTAD:
“Condición de actuar de manera libre; estado de un ser que tiene en sí mismo las razones de sus elecciones y de sus actos. Facultad que tiene la persona de obrar de una manera o de otra, o de no obrar, teniendo en cuenta el uso de la libertad de los otros”. (Ezequiel Ander- Egg, Léxico de Política)
Para la Doctrina Social de la Iglesia, “la Libertad existe en el hombre, ser racional que tiene facultad para escoger una cosa y no otra, pero esto todavía no es la libertad, sino que es necesario que la elección sea conforme a la razón. La voluntad humana no puede ser plenamente satisfecha más que por el absoluto que es el soberano bien. De esto resulta que todos los bienes aprehendidos aquí abajo no pueden imponerse irresistiblemente y dejan una zona en la que se mueve el libre arbitrio. Iluminado por la razón el hombre podrá pronunciarse, pero no podrá hablarse de libertad auténtica más que en el caso en qué, triunfando de la ignorancia y de las pasiones en una forma más o menos grande, quiera seguir lo que su razón le indique”.
Para el peronismo, la libertad solo es posible acompañando a la Justicia Social: “La Libertad, la Justicia son fundamentos de una alegría de ser, basada en la propia dignidad”.

EL BIEN COMÚN:
El bien común puede ser definido como el conjunto de condiciones sociales que asisten y favorecen al hombre, al desarrollo de su persona. Esta expresión fue acuñada por Tomás de Aquino, es casi desconocida en el lenguaje de los politólogos, pero es ampliamente utilizada en las Encíclicas Papales y en la Doctrina Social de la Iglesia. En nuestro país, el peronismo ha sido quien más ha difundido este concepto.
“Seamos todos artífices del Bien Común, y ninguno instrumento de la ambición de nadie” (Perón, en reiteradas oportunidades)
“Con esta se designan las condiciones necesarias para permitir y favorecer el desarrollo integral de las personas en cuanto ciudadanos de un país; tales condiciones son: Paz Social, seguridad en el ejercicio de los derechos y cumplimiento de los deberes, y máxima libertad e independencia para individuos y familias”. (Léxico de política. E. Ander Egg).

Ideología y Doctrina Nacional

Generalmente no existe una idea clara al hablar de valores y principios, pues éstos suelen ser confundidos con la doctrina o la ideología. Ambas (la doctrina y la ideología) están fundadas sobre la base de valores y principios que le dan sustento.
Para quienes se inspiraban en el positivismo, las doctrinas estaban ya elaboradas por pensadores y filósofos europeos y lo que correspondía era adaptarlas o -en no pocos casos- adoptarla
El general Perón define con mucha claridad y precisión este tema, cuando manifiesta: “Nuestra Patria necesita imperiosamente una ideología creativa que marque con claridad el rumbo a seguir y UNA DOCTRINA QUE SISTEMATICE LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE ESA IDEOLOGÍA. .....Para ello debemos tener en cuenta que la conformación ideológica de un país, proviene de la adopción de una ideología foránea o de su propia creación. Con respecto a la importación de las ideologías -directamente o adecuándolas- se alimenta un vicio de origen y es insuficiente para satisfacer las necesidades espirituales de nuestro pueblo y del país”. (Perón, El Proyecto Nacional, 1974)
“El mundo nos ha ofrecido dos posibilidades extremas: El Capitalismo y el Comunismo. Interpreto que ambas carecen de los valores sustanciales que permitan concebirlas como únicas alternativas histórico-políticas. Paralelamente, la concepción cristiana presenta otra posibilidad, pero sin una versión política, suficiente para el ejercicio efectivo del gobierno”. (Perón, El Proyecto Nacional, 1974).
“Los argentinos tenemos una larga tradición en esto de importar ideologías, ya sea en forma parcial o total. Es contra esa actitud que ha debido enfrentarse permanentemente nuestra conciencia. Las bases fértiles para la concepción de una ideología nacional coherente con nuestro espíritu argentino, han surgido del mismo seno de nuestra patria. El pueblo, fuente de permanente creación y autoperfeccionamiento, estaba preparado desde hacía ya muchos años para conformar una ideología nacional, social y cristiana.” (Perón, El Proyecto Nacional, 1974).
"Sin embargo no fuimos comprendidos cuando, respondiendo a esa particular exigencia histórica, propugnamos la justicia social como inmanente al ser nacional, a pesar de que la justicia social está en la base de la doctrina cristiana que surgió hace dos mil años......Al calor de intereses políticos y económicos se originaron numerosos equívocos - como la identificación de la democracia con el liberalismo- promoviendo confusiones ideológicas que -en su momento- configuraron el marco necesario para el mantenimiento de los intereses imperialistas”.(Perón, El Proyecto Nacional, 1974)
“La aparición y la evolución de la concepción justicialista es la del desarrollo histórico natural de nuestras ideas, y es patrimonio de todo el pueblo argentino; en esa medida el ideólogo es sólo un intérprete”. (Perón, El Proyecto Nacional, 1974).
“En nuestro país persisten todavía muchos esclavos de la injusticia. Ni la Justicia Social ni la Libertad -recíprocamente apoyadas- son comprensibles en una comunidad integrada por hombres que no se han realizado plenamente en su condición humana”. (Perón, El Proyecto Nacional, 1974)
“Es por eso que el Justicialismo quiere para el hombre argentino:
• Que se realice en sociedad, armonizando los valores espirituales con los materiales y los derechos del individuo con los derechos de la sociedad; que haga una ética de su responsabilidad social;
• Que se desenvuelva en plena libertad en un ámbito de justicia social; Que esa Justicia Social esté fundada en la ley del corazón y la solidaridad del pueblo;
• Que tal solidaridad sea asumida por todos los argentinos, sobre la base de compartir los beneficios y los sacrificios equitativamente distribuidos;
• Que comprenda a la Nación como unidad abierta generosamente con espíritu universalista, pero consciente de su propia identidad.
“La comunidad a la que aspiramos es aquella donde la libertad, la justicia y la responsabilidad son fundamento de una alegría de ser, basada en la certeza de la propia dignidad.” (Perón “El proyecto Nacional” 1974)
Una doctrina - como hemos visto - supone principios y valores que la sustenten, sin los cuales no puede existir ninguna claridad sobre el rumbo a seguir.
Efectivamente, las doctrinas - en nuestro caso la justicialista- tienen una intrínseca vinculación con la situación en la que surgen, pero deben estar orientadas por principios y valores coherentes con las opciones de construcción social y política elegidas.
Todo proyecto político supone una doctrina, y toda doctrina supone principios y valores que la sustenten.

DIFERENCIA ENTRE DOCTRINA, PRINCIPIOS Y VALORES

Las doctrinas se deben actualizar, pero los principios y valores son inmanentes, absolutos, trascienden la circunstancia histórica y las diversas coyunturas.
Doctrina
S
urge de la reflexión social (filosófica, política, teológica, sociológica, de la sabiduría popular). Como hemos visto, cada sociedad determina los requerimientos particulares para su desarrollo y crecimiento de acuerdo a un proyecto político.
De acuerdo con el pensamiento del General Perón, las doctrinas políticas reúnen las siguientes características:
1. Son formas de pensamiento y acción.
2. Son, en general, síntesis de grandes líneas de orientación y representan apenas el enunciado de innúmeros problemas.
3. Son “el alma colectiva” de la sociedad. Afirmaba Perón al respecto: “La doctrina política es el grupo de postulados que responden a las aspiraciones, necesidades, y conveniencias nacionales, y por extensión, populares. La doctrina peronista es exclusivamente argentina, el Justicialismo es Universal. La doctrina nos da una configuración espiritual colectiva, vale decir un alma”.
4. Las doctrinas son permanentes solo en sus grandes principios, pero es necesario ir adaptándolas a los tiempos y a las necesidades. Por ello requieren de permanente actualización, para mantener su vigencia. “No pensamos que las doctrinas sean permanentes, porque lo único permanente es la evolución y las doctrinas no son sino una montura que creamos para cabalgar sobre esa evolución sin caernos” (Perón, 1974).
6. Las doctrinas constituyen factores de unidad, porque nos permiten percibir y analizar los fenómenos sociales de manera similar (unidad de concepción) y actuar del mismo modo (unidad de acción). “La doctrina tiene como finalidad formar un alma colectiva, para que todos los peronistas, viendo los problemas de una misma manera, los aprecien y los resuelvan de una forma similar. Solamente así tendremos el germen de la organización indestructible”

Valor
El valor vale, no es. Por ejemplo: Dios no vale, simplemente es. En cambio el valor vale y para que sea debe encarnarse en una cosa o en una acción. De este modo la cosa se transformará en un bien y la acción será correcta.
En la actualidad, algunos sectores de opinión manifiestan que existen nuevos valores. Para nosotros esto es absolutamente falso, dado que los valores son inmanentes y trascendentes.
La sociedad posmoderna, que tiene una propuesta única en lo ético-cultural, que habla del mundo uno (The one World), en el que las diferencias desaparecen para dar lugar a sociedades virtuales y video culturales (en la que teóricamente somos todos iguales y todos pensamos lo mismo); está comenzando a hablar de nuevos valores. Se refieren a diversos temas, algunos de los cuales tienen una importancia decisiva en estos momentos (como por ejemplo los derechos humanos y a la ecología). Pero para nosotros no hay nuevos valores, sino circunstancias diferentes a las que conocíamos, que desafían nuestra creatividad y ponen a prueba nuestra capacidad de comprender dimensiones nuevas y hasta ahora desconocidas. Los valores no caducan, porque si así fuera no existiría ninguna posibilidad de construir absolutamente nada que tenga sentido estratégico. Lo que sí ocurre es que ante los desafíos nuevos y desconocidos, hay que interpretar los valores correctamente para evitar la anomia de criterios y el vale todo (ya sea en lo ético, en lo político o en lo social).
Por ejemplo, nadie pone en duda que los mercados tienen que cumplir un papel como instrumentos válidos de la economía, pero solamente a quienes no tienen los valores ni los principios históricos y comunes del peronismo, se les puede ocurrir que sea el mercado el regulador absoluto e inefable de las relaciones individuales, sociales, interpersonales e interinstitucionales.
Hay que tener cuidado cuando se habla de nuevos valores e inmediatamente se descalifican a todos los actores sociales y a la política como responsables del atraso social y de la corrupción política generalizada.
Si no tenemos valores, a partir de los cuales podemos descifrar las novedades de la historia, no tenemos ninguna capacidad de influir en el desarrollo o en la modificación de los procesos políticos.
Sin embargo, nos señalaba Perón que no es conveniente “la apelación a la utopía que es, con frecuencia, un cómodo pretexto para rehuir las tareas concretas y refugiarse en un futuro hipotético que significa deponer las responsabilidades inmediatas. Así como también es frecuente presentar situaciones utópicas para hacer fracasar auténticos procesos revolucionarios”; “nuestro modelo político propone el ideal no utópico de realizar dos tareas permanentes: acercar la realidad al ideal y revisar la validez de ese ideal para mantenerlo abierto a la realidad del futuro”. (Perón, El Proyecto Nacional, 1974).

Principios
Se define como lo que está primero en el ser, el hacer y el conocer. Para el Justicialismo los principios son las banderas históricas; Justicia Social, la Independencia Económica, la Soberanía Política, a las que Perón agrega en el Proyecto Nacional el nacionalismo cultural continental, que es el que explica la solidaridad entre los pueblos de América Latina, el ABC (integración de Argentina, Brasil y Chile) y que son la base fundante del MERCOSUR.
Para Perón, “el Justicialismo encarna principios permanentes emanados de la esencia misma del hombre.... porque el pueblo ha impregnado al Justicialismo de las constantes básicas de nuestra nacionalidad, y... porque define una histórica determinación de autonomía e identidad nacional. Sin tales principios constantes, sin esa identidad, no hay posibilidad de conformar un Modelo, con el cual cada argentino que ama a su patria se reconozca” (Perón, El Proyecto Nacional).
El General Perón manifestaba en “La comunidad organizada” que “El hombre y la sociedad , se enfrentan con la más profunda crisis de valores que registra su evolución”, para luego afirmar : “El Hombre puede desafiar cualquier mudanza, si se halla armado de una sólida verdad”...”si se ignoran las viejas verdades centrales -con nuevas verdades circunstanciales, con nuevos sofismas-......Sin embargo, “...es posible que la acción del pensamiento haya perdido en los últimos tiempos contacto directo con las realidades de vida de los pueblos . También es posible que el cultivo de las grandes verdades, la persecución infatigable de las razones últimas, hayan convertido a una ciencia abstracta y docente por naturaleza en un virtuosismo técnico, con el consiguiente distanciamiento de las perspectivas en que el hombre suele desenvolverse... Acaso sobre el gran fondo filosófico que es la verdad hayan prevalecido las tendencias...En ausencia de tesis fundamentales defendidas con la perseverancia debida, surgen las pequeñas tesis, muy capaces de sembrar el desconcierto".
Otro de los principios fundantes de la concepción justicialista es la de la Subsidiariedad.
Esto significa que el Estado no debe hacer lo que pueden asumir los privados (en las diversas formas posibles de asociación o iniciativa privada), pero a la vez no puede desentenderse de la suerte y el destino de los pobres, los excluidos del mercado y de los marginados de la sociedad.